Dos horas y media pasaron antes de que el digno oficial de la policía fronteriza pudo ser ubicado y traído a su puesto.
Ahora, fue un trámite rápido con los carabineros mismos, a tres cuadras de la policía fronteriza.
Y ahora, rápido, finalmente, a la aduana.
Qué barbaridad. Después de apurarnos hacia la aduana, a un par de kilómetros de los carabineros y de la policía fronteriza, para poder alcanzar Toconao antes de la oscuridad total, nos encontramos con que, ahora, la aduana está cerrada, en vez de abierta.
Otra vez a los carabineros; otra vez buscando un oficial.
Lo encontraron paseando por el pueblo, tratando de comprar pan. En total, media hora perdida antes de tenerlo amarrado a su escritorio, poniendo los sellos y firmas de ley.
Según se nos explicó, el relajamiento del personal, tanto de la policía fronteriza como de la aduana, se debe muy simple-, y hasta lógicamente, a que sencillamente no hay tráfico entre la Argentina y Chile; ningún vehículo llegó de la Argentina en las dos últimas semanas, y uno solo salió de Chile para el país trasandino.
Lo que, quizás, es una muy buena explicación de las deficiencias burocráticas pero ciertamente no está hecho para levantar la moral de quienes, como nosotros, mañana enfrentarán tan desolado trecho. ¿Qué pasa en caso de percance? ¿Esperar una semana o dos?
Además, todo el mundo nos advirtió de que, de Toconao a la frontera, el camino es muy malo, para no transitar sino de día.
Uf. Estamos, por fin, en el pueblo de Toconao, estacionados para la noche justito frente al puesto de los últimos carabineros antes de la frontera con Argentina - que, sin embargo, está a todavía unos 107 kilómetros de aquí.
Para condimentar el asunto, algunas nubes fueron tomando forma y cuerpo durante el día. Nada muy amenazador, pero ¿quién sabe? Veremos, mañana veremos.
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Esta mañana, nos levantamos antes del amanecer. Hay un poco, si no de aprensión, tal vez de emoción, ante la perspectiva de esta jornada que, nos damos cuenta, tendrá un cierto riesgo. Seremos los primeros en quince días en hacer esta travesía entre los dos países - y ahora pueden pasar semanas más, quizás meses, por las nevadas, antes de que alguien recorra este camino, en un sentido u otro.