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La catedral, en el papel, es llamativa ya que presenta, dicen los expertos, una mezcla de estilos dórico, bizantino y corintio, pero, en la realidad, si bien no hay que quitarle los méritos que tiene, el interés que ofrece, de afuera, es inentusiasmante, y por dentro, es inexistente; por colmo, ni pudimos ver dos cuadros que esta catedral alberga, uno de Murillo y otro de un famoso Zapoteca, Cabrera, porque la parte del templo donde estos dos cuadros habitualmente están, está en refacción, y por lo tanto los cuadros están guardados.

La iglesia del Carmen, supuestamente ofrece el interés de un púlpito rococó del siglo XVIII pero, inexplicablemente, estaba cerrada.

El teatro Degollado, según nuestra información, está fantásticamente decorado; nosotros lo encontramos simplemente decorado rutinariamente como cualquier teatro europeo de siglos pasados.

Es esta diferencia de opinión que parece simbolizar todo el Guadalajara colonial: para gente como los Vespuccianos o los Canadienses - salvo quizás los de Montréal y Québec - que nunca vieron otra cosa que el plástico y el neón de sus casas de comidas rápidas y de sus estaciones de servicio, u otra cosa que sus casitas hechas de tejido de alambre cubierto de yeso, o de madera cubierta de papel alquitranado embosado para aparentar ladrillos, u otra cosa que sus edificios públicos espartanos modernos que, bajo el pretexto de una línea depurada, buscan el ahorro de trabajo y de dinero, cualquiera de los edificios coloniales de Guadalajara es un mundo extraordinario, pero para la gente que tuvo la suerte de crecer y vivir en otra parte que Vespuccia y Canadá, Guadalajara colonial no deja de ser sino una parte de la vida diaria que sigue despertando aprecio pero ya no entusiasmo; sin omitir que la propia esencia de los edificios coloniales que mencionamos, y los muchos que no mencionamos porque ahora están ocupados por dependencias públicas, está totalmente negada, arruinada, por el ruido, el trajín y la contaminación de la vida moderna alrededor.

Lo que sí hay, son muchas plazoletas, muchos árboles, muchísimas fuentes de agua, de toda clase de combinaciones imaginativas.



Una, de noche

Si uno pudiera sobrevivir - pero la salud no puede sobrevivir - las tremendas nubes de contaminación dejadas por cada vehículo de transporte público, el centro de Guadalajara sería un lugar para recorrer caminando. Lo que hicimos - pero cómo están nuestros pulmones a esta hora, no queremos saber.

También quisimos visitar el museo en el taller del gran muralista Clemente Orozco. Pero allí también vimos nuestras esperanzas frustradas porque estaba vacío por encontrarse la colección en viaje por otras ciudades.

Pero pronto tuvimos nuestra compensación porque nos enteramos de que parte de la colección, a pesar de todo, se había quedado en Guadalajara, en el ex- >>>>>>>>