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y que, en otra época del año, vienen aquí, a ocuparse del mar; un caso de migración mandada por el imperativo de las estaciones.

- Muy bien, pero entonces, ¿y las puertas y las ventanas?
- Ah, se las llevan consigo cuando se van y las colocan nuevamente cuando >>vienen - Usted sabe ... y un explícito gesto de robo con la mano.



Costa antes de Chala

Acabamos de pasar por el pueblito de Chala; el pueblito es muy elemental y decaído, pero el sitio parece de medida para los veraneantes amantes del mar, con una parte de la costa, cubierta de una buena playa de arena, y la otra parte, salpicada de rocas, tanto en la orilla misma como emergiendo del agua - bastante lejos de la orilla para hacer una aventura alcanzarlas pero bastante cerca para hacerlas alcanzables a nado; siempre con la posibilidad, para cambiar de panorama, de dirigirse hacia el desierto multicolor de trasorilla.

Muy poco tráfico tiene esta carretera a pesar de unir las dos ciudades más grandes del Perú, Lima y Arequipa, y a pesar de ser la mítica carretera panamericana.

Paramos en una playa en total contraste con la playa de las arenas, pues ésta es de puro canto rodado; recogimos unos pedazos de esponja natural; en el vaivén del olaje entre las rocas, fue fácil ver peces de regular tamaño fugándose ante nuestra presencia, peces de medida para un pelícano - y pelícanos también había, ellos, mirando lo mismo que nosotros pero probablemente con otros propósitos.

Viajando, de vez en cuando, se ve puntas de promontorios e islotes con casquetes blancos de guano; no es por nada que vimos bastante pájaros muertos en las playas, progresivamente tapados por la arena, tal vez las delicias de algún paleontólogo del futuro.

A 55 kilómetros antes del pueblo de Atico, de repente, la carretera se volvió buena - por fin; y con ello, mejoró también nuestro Boleto de Lotería.

Nos detuvimos otra vez; esta vez, para acercarnos, por entre la rugosidad de la costa, a un islote, escarpado como no podía ser de otra manera, lleno de blanquecino guano, y por lo tanto, no sorprendentemente, de muchos pájaros guaneros.

Las aves guaneras son las fábricas vivientes y voladoras del producto; y el producto, el guano, es el fertilizante natural más legendario de la Tierra, y el más completo que se da en la naturaleza: contiene los elementos indispensables para el crecimiento de las plantas, nitrógeno, fósforo, potasio, cal y magnesio. Hoy, en esta era de fertilizantes químicos, tiene o, mejor dicho, se le da, menos importancia relativa que antaño, pero todavía se utiliza en tierras labrantías; y, allende los mares, los afamados tulipanes holandeses alcanzan una belleza incomparable cuando sus cultivos son tratados con este rico abono que tenemos a la vista.