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laderas, arrastrando todo cuanto pueden, y empezando a obstruir el camino. Quizás aquellos que querrán pasar más tarde no podrán.

En Chinchero, hay un puesto de la guardia civil; pero está en un lugar que se puede alcanzar solamente a pie, bastante lejos de cualquier vía carreteable. ¿De qué sirve semejante puesto de policía en su sitio incomunicado? No sabemos, y los lugareños con quienes hablamos tampoco saben. Así que vamos a pasar la noche sin guardia civil, pero sin recelos, porque este pueblito que no tiene acceso carreteable a su policía, y ni siquiera a su plaza de feria, nos parece realmente bien tranquilo.

Mañana, veremos la feria. También, según nos enteramos, podremos asistir a misa en quechua, celebrada por un cura suizo, si bien no se sabe de antemano a qué hora, dependiendo ello de la cantidad de copitas que se tomará el buen cura esta noche. Asimismo, se nos comentó que la policía también pasaría una buena noche por la misma razón.

Mientras estábamos anotando lo anterior, ocurrió un interesante caso de transmutación de personalidades.

Según acaba de contarlo Karel, como tenía los ojos fijados en un muro, de los modernos, piedras en mezcla, sin verlo por tener la mente perdida en otra cosa, empezó a percibirlo con los ojos de un inca, o por lo menos de uno de sus súbditos. Nuestro mundo contemporáneo se maravilla ante la cantería inca, su tecnología misteriosa, su perfección, su elegancia; gente inventa especulaciones de que los Tahuantinsuyenses tenían que tener alguna pasta ablandadora de piedras para lograr semejante perfección; pero un inca, o uno de sus arquitectos, a su vez, mirando este muro moderno, de piedras asentadas en cemento, sin duda se maravillaría ante la increíble tecnología de poder fabricar una piedra pastosa que queda maleable mientras se la coloca en los intersticios entre las piedras naturales, y luego endurece tanto como éstas, hasta formar un solo cuerpo con ellas.

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Esta madrugada, vimos el mercado y fuimos a misa.



Arriba, el típico sombrero

La indumentaria de las mujeres consta de la obligada amplia falda acampanada, rellenada por dentro, y consta de la amplia manta sirviendo, según las necesidades, de manta, o de portaequipaje, o de portaniños; pero todo ello, sin colorido, sin fantasía, y con bastante decaimiento, para no decir mugre. Sólo los sombreros, en forma de platos playos colocados en la cabeza con el reborde para arriba, y que ya habíamos visto en días pasados, son una característica distintiva de esta zona. Naturalmente, y como ocurre en muchos lados, no había una sola cabeza sin sombrero - si bien había pies sin calzado.



Abajo, los pies desnudos