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Pero los postos se van haciendo más escasos; mientras, hasta ahora, podíamos casi siempre elegir a gusto nuestro, hoy, hubo que viajar hasta que apareciera uno, y tomarlo sin hacernos los delicados.

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Esta mañana, a los pocos kilómetros de andar, detectamos un lindo escondite entre altos cañaverales, exactamente como nos hubiese gustado para pernoctar. Realmente quita mucho encanto y descanso no poder pernoctar en cualquier parte, habitualmente linda; y es deprimente la inelegancia de la inseguridad subyacente.  Seguimos preguntando, la gente sigue diciendo perigoso, perigoso.

Aquí, nos metimos, y disfrutamos varias horas de soledad, tranquilidad; descansando de las tensiones irradiadas por el mundo, aun cuando ocupadísimos al mismo tiempo en tareas varias.


Una de las tareas: la peluquera le cortó el cabello al chofer

Refrescados, con mucho trabajo hecho, hacia el océano Atlántico, en un encuentro que será el más tropical con el Atlántico hasta ahora, a menos de 10 grados del ecuador.

Ahí está, sin preaviso, de un hermoso color esmeralda, visto desde lo alto del terreno que, ahora, va a bajar. Božka creyó que eran más cañaverales en la distancia, pero no, es agua.

Y ahora, en la orilla del Atlántico, encanto reventado: turistas y su camada de basura.

Por la costa, hacia la ciudad de Maceió.

Zona en su última hora de belleza, porque en su primera hora de turismo. Ya hay palmares descuartizados en manzanas, esperando ser ahogados por las mansiones de la gente que vendrá a disfrutar de lo que ya no será.

Estamos en Maceió, capital del estado de Alagoas, balneario turístico y pequeño puerto inaccesible a barcos de ultramar.

Si se acepta como mal necesario la necesidad de una ciudad al borde del mar para disfrutar del mar, Maceió parece haber alcanzado un feliz y agradable equilibrio entre las amenidades urbanas y la preservación de algo natural - es bastante grande para ser ciudad de verdad, incluso con edificios de 10 ó 20 pisos, bastante reducida para tener todo a mano, incluso sus muchos kilómetros de playas todavía no asfixiadas por la consabida muralla litoral de inmuebles; o mejor dicho, Maceió está, en este momento, efímeramente, en dicho feliz estado, y de ahora en adelante podrá sólo ir cuesta abajo, hasta degenerar en cualquier Acapulco o Rio de Janeiro. Por ahora, incluso el tipo de público es diferente del de Baía de Janeiro o Acapulco.