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es una parte integrada dentro de la estructura y de la vida de toda la ciudad, mientras que, en Albuquerque, resulta una incrustación artificial dentro de la ciudad, más bien como un museo que como un lugar vivo.

También en Albuquerque, toda la noche sopló un viento casi huracanado reduciendo la visibilidad a casi nada por la polvareda que levantaba, pero como nadie le prestó atención, debe de ser una situación común.

Nuestra próxima meta es el pequeño pueblo de Belen, así, sin acento, donde tenemos que visitar un vivero de cactos.

Nuestra visita al vivero de cactos nos fue otra ventana abierta sobre un aspecto desconocido del mundo alrededor de nosotros.

La primera sorpresa fue aprender que cactos existen solamente en el continente americano, con la posible excepción de un par de tipos en Madagascar. Parece que no hay cactos en Australia, que no hay cactos en Asia - por lo menos no de los nativos, se entiende.

También aprendimos que hay plantas que, a primera vista, parecen ser cactos pero no lo son; por ejemplo, una planta que parece ser un cactus pero tiene sus flores en la punta de sus espinas no es un cacto verdadero; las flores de los verdaderos cactos crecen directamente desde el cuerpo del cacto.

Este vivero, la obra de un inmigrante alemán, tiene unos 5.000 tipos de pequeñas plantitas; de éstos, vimos solamente una parte, pero aun así, nos quedamos asombrados. Estamos conscientes de la variedad y multiplicidad de creaciones que ofrece la naturaleza en general, pero encontrar dichas variedad y multiplicidad en un tipo de planta por definición tan limitado en sus posibilidades de crecimiento es todavía más sorprendente que en otros casos.

Hacer un estudio descriptivo y fotográfico de cada uno de los tipos de cactos que vimos sería una empresa de por sí - la variedad de formas, desde elipsoide a serpentina; la densidad de las espinas, desde muy escasa a muy tupida; también el largo de las espinas; y su dureza, desde benigna a implacablemente penetrante; y las hermosas flores que pueden tener estas plantas austeras.



Una de las muchas variedades

Cactos, como cualquier otra planta, tienen sus enfermedades, las que se combaten con las habituales armas de insecticidas; pero este Alemán ya no pulveriza más sus plantas; lo hacía, pero había llegado a tal punto de envenenamiento, que había perdido su habilidad de hablar y que se le había arruinado la vista: veía como a través de una cortina de agua corriendo a lo largo de una ventana; así que, no más pesticidas para sus cactos.

También vimos la fertilización artificial, o a mano si se quiere, de las flores de cactos - lo que nos explicó la presencia de docenas de pequeños pinceles que habíamos notado en seguida.